jueves, 12 de octubre de 2023

Algo personal o quién la tiene más grande

 


No es la primera vez (ni será la última) que Serrat resuene en mi cabeza cuando hago una reflexión trascendente.

    Peones de una partida indescifrable, veo en las noticias como una mujer israelí grita atemorizada junto a una valla mientras estallan cohetes de Hamás y un niño palestino de cuatro años aparece serio con un ojo tapado por una venda y que igual ha perdido para siempre.

    Mientras tanto, en Occidente miramos las noticias consternados sin saber dónde terminará esta escalada. Leemos sin cesar noticias de diarios que consideramos más o menos imparciales, aquellos en los que ponemos más confianza que en otros y que no por eso dejan de engañarnos o de ocultarnos datos que podrían hacernos cambiar de opinión.

    Descubrimos entonces que los drones que Rusia utiliza en la guerra de Ucrania son de procedencia iraní.  También que casualmente -o no- Arabia Saudí estaba a punto de firmar una especie de tratado de paz con Israel y que a otros estados árabes no les hacía especial ilusión.

    Y entonces seguimos leyendo sobre la posible, aunque no demostrada ni mucho menos, injerencia de Irán en los planes de Hamás o al menos, en la ayuda prestada, para que puedan crear misiles caseros con los que atacar a Israel.

    Y resulta que, Estados Unidos, que apoya a cualquiera que vaya contra Rusia, y en este caso Ucrania no sin razón, empieza a enviar fuerzas a lugares próximos al conflicto por si tiene que acudir en defensa de Israel.

    Y entonces, volvemos al punto de partida en el que Irán apoya a Rusia contra Estados Unidos y Estados Unidos apoya a Ucrania contra Rusia y ahí volvemos al inicio de esta espiral sin fin.

    Pero mientras tanto, podemos ver y oír a periodistas palestinos y palestinas en Gaza que van huyendo de un lugar a otro para terminar volviendo a su casa porque no hay lugar seguro en Gaza, porque ya no hay electricidad, lo que supone que dentro de poco se quedarán sin agua (no es que la situación sea nueva y cito a UNICEF “Se calcula que el 97% de los habitantes de Franja de Gaza tiene acceso a sistemas de distribución del agua por cañerías. No obstante, el suministro es intermitente y se calcula que el agua proveniente del 85% de las fuentes no es apta para el consumo humano… los niños de Cisjordania sufren el problema de la escasez de agua, debido a factores como la falta de lluvia y las restricciones a la perforación de pozos impuestas por Israel.”) y también sin alimentos y donde, en los hospitales, morirán a miles personas a las que no se puede atender ni siquiera mínimamente porque hay un bloqueo que dura ya no sé cuántos años y porque Egipto, el otro país de los dos con los que limita la Franja de Gaza, tiene cerrados los pasos fronterizos. Y que, en este escenario, es el único lugar al que podrían huir todas las personas que están allí encerradas como conejos que esperan al cazador, pensando que es sólo cuestión de tiempo que les alcance algún disparo, porque su densidad de población, que es como sesenta veces superior a la de España, (5500 habitantes/km2) hace que estén hacinados en todas partes y el bloqueo histórico que se les impuso hace tiempo, siempre encuentra alguna razón para continuarse y perpetuarse.

    Porque desde 1948, hay un pueblo que va huyendo de un sitio a otro y que se concentra en campos de refugiados o en franjas totalmente ajenas al resto del mundo con el que prácticamente no pueden conectarse porque se les impide salir de allí, lo que los convierte en pobladores de un gueto actual, en rehenes de intereses internacionales.

    Y entonces nos preguntamos cómo es posible que un organismo internacional como la ONU, que goza de tanto prestigio y, supuestamente, de poder de decisión en el resto del mundo, no haya sido capaz de trasladar del papel a la realidad el derecho fundamental de unas gentes a tener su propia nación, su propio país en el que vivir y prosperar en paz y armonía como el resto del mundo occidental.

    Y también cabe la pregunta de si después de ¿cuántos? ¿cincuenta años, setenta y cinco años? vivieras de prestado en tu tierra, viéndote atacado y menoscabado por miles de personas que han llegado después, no sentirías una rabia incontrolable que quizá pudiera terminar acercándote a grupos menos aconsejables.

    Porque yo me lo llevo preguntando mucho tiempo.

    Y porque me parece inconcebible, tras tantísimos años, que se siga discriminando a un pueblo al que se ha ido arrinconando en su propio territorio por intereses internacionales y porque el capital está en otras manos.

    Quizá sea porque Irán considera que debe de darle un empujoncito a Rusia en su guerra contra Ucrania, pero están muriendo niños en distintos sitios para ver quién la tiene más grande.

    Y lo seguiremos viendo en el telediario mientras lloramos con la cucharada de lentejas y los que de verdad pueden hacer algo comen caviar sin encender la tele y “ni recuerdan que en el mundo hay niños”.


2 comentarios:

  1. Mary Pepa Bermúdez12 de octubre de 2023, 20:50

    ¡Muy bien escrito!
    Solo la pluma del escritor es la que puede arreglar el mundo.

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  2. Muy de acuerdo. En este artículo fijas tu atención en ciertas cuestiones geopolíticas, a menudo olvidadas o ignoradas, y al mismo tiempo en los dramas personales de quienes sufren esta guerra, los peones, a un lado y al otro del tablero. Dramas personales también olvidados o ignorados. Haría mucha falta que quienes podrían hacer algo, no ignorasen ni olvidasen.

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