jueves, 31 de marzo de 2022

Apología del feminismo

 


Yo y mi manía de explicarlo todo. Y de pensar, porque esa es otra de mis manías. Y en una de esas reflexiones he visto claro que quizá el primer problema del feminismo radica precisamente en el término. ¿Por qué? Porque llama a muchos a confusión. Está muy extendida la creencia de que el feminismo es lo contrario al machismo y, obviamente, esa es una concepción totalmente errónea. Quizá, habría que haber bautizado el movimiento como «apoginos» u otro término de ese estilo que dejase claro que lo que el feminismo significa es, ni más ni menos, que la defensa de la mujer. La igualdad.

Cansa ya tanta utilización del término con la intención de criminalizarlo, desvirtuarlo y pisotearlo. En determinados casos, se trata de algo achacable a la ignorancia, pero, lo que ya no puede achacarse a eso entra sin más en el terreno de la utilización torticera que persigue otros fines, aprovechándose precisamente de esa ignorancia tan extendida.

El feminismo, señoras y señores, no predica ni persigue dar a la mujer más relevancia que al hombre. Lo que persigue, desde hace ya mucho tiempo, no es ni más ni menos que la mujer pueda gozar de los mismos derechos y posibilidades que los hombres. Persigue, además, en un avance lento pero seguro, acabar con actitudes y creencias atávicas que permanecen arraigadas en nuestra sociedad y de las que, en muchas ocasiones, ni siquiera somos conscientes.

Otro de los objetivos de este movimiento es intentar acabar con el machismo y sus múltiples consecuencias sociales. Porque, para aquellos que no lo sepan, el machismo viene definido en la RAE como «la actitud de prepotencia del varón con respecto a la mujer» y «una forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón». Para quienes hayan leído con cierta atención hasta aquí, ya debería haber quedado claro que feminismo y machismo son dos cosas que no tienen casi nada que ver. Uno aboga por la igualdad y el otro, por la desigualdad y el sometimiento.

A estas alturas, si aún no ha abandonado la lectura, habrá quién esté pensando que esa igualdad ya existe. Pues, no. Ni de lejos. Si se molestan en cotejar algunos datos, verán con claridad la enorme diferencia que separa el número de mujeres y hombres en puestos directivos, lo que se denomina como techo de cristal. Este término debería quedar claro para todos. No es difícil de visualizar. Parece que la mujer tiene las mismas posibilidades de escalar, pero no es así. 

También es evidente la diferencia salarial. La denominada brecha salarial, de la que seguramente casi todo el mundo ha oído hablar en alguna ocasión. Es más, millones de mujeres son conscientes de ella cuando cobran a fin de mes sabiendo que sus compañeros varones están cobrando en muchos casos más que ellas por el mismo trabajo.

Y luego está la otra manifestación del machismo. La de la sangre. La de la sangre derramada, que es la que se ve. Y la otra, la que no se ve, pero está ahí presente en las actitudes diarias: en la descalificación, la necesidad de control, la cosificación y la criminalización de la mujer. 

¿Creen que estoy exagerando? Puedo poner algunos ejemplos. Cuando una mujer defiende sus derechos con lo que algunos consideran excesiva vehemencia, suele ser calificada como marimacho, feminazi o algo similar. Cuando una mujer decide tener las relaciones que considera convenientes, sigue siendo calificada como puta. Cuando a ciertos animales que se llaman a sí mismos hombres, sienten deseo sexual, se limitan a alargar la mano para coger a la mujer que mejor les venga, que para eso es un objeto, una cosa para su uso y disfrute. Y si, para colmo, a esa mujer le había dado por tomarse una copa, entonces, además, es que se lo había buscado, y la culpa es suya.

Si alguien piensa que esto es cosa de viejos, entonces es que no vive en este mundo. Es de viejos y de adolescentes, de hombres y mujeres, porque el machismo pervive gracias a la sociedad y en ella estamos todos y todas.

Y para que el feminismo pueda prosperar también hacemos falta todos y todas, jóvenes y viejos, hombres y mujeres.

Por favor, no nos dejemos manipular tan burdamente por quienes buscan solo la confrontación. Antes de tomar partido por algo o contra algo, ocupémonos al menos de leer un poco, de informarnos, para que esa opinión tenga cierto fundamento y no seamos peleles en manos de quienes tienen otros intereses en mente. Nunca dignos. Ni puros.

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